Vie. 24 Enero 2025 Actualizado 4:09 pm

cayapo1.jpg

Sí, necesitamos conocimiento, pero debemos crearlo, porque no es posible sustituir la actual cultura con su mismo imaginario y sus estructuras esclavizadoras. (Foto: El Cayapo)

Los esclavos del imperio capitalista

1998-2024: años de alegrías y sobresaltos, de duras pruebas para nosotros los esclavos, de aprendizaje, de desprendimientos de pegostes ideológicos, tanto burgueses como de propuestas de cambio que nos enamoraron y siempre terminaron en la nada; años de odios y desenmascaramientos, de fortalezas y debilidades, de afectos comerciales y de afectos que se despiertan y nos juntan en la separación cotidiana; ayudándonos a comprender que, solo separándonos del imperio capitalista, los esclavos podemos andar juntos en otra posibilidad real de vivir, construida por nosotros mismos, sin dioses, esperanzas, utopías, quimeras o ilusiones, sino producto del esfuerzo colectivo que nos enseñó Chávez.

Hoy, a 25 años de la idea Chávez, intentando una nueva manera de ejercer la vida que no sea esclavizándola, podemos decir que todos los esclavos o pobres del mundo, seamos mujeres, negros, indios, africanos, europeos, americanos, oceánicos, asiáticos, waraos o eslavos, estamos emplazados a imaginar, a pensar, el cómo sustituimos las estructuras del imperio burgués con todas sus tradiciones, modos, usos y costumbres, y a diseñar otra manera de vivir.

Para ello, todos, absolutamente todos los esclavos del mundo estamos convocados y debemos abandonar las defensas gremiales e individuales, ya que, seamos quiénes seamos, todos somos esclavos de la élite que de manera dictatorial rige empresarialmente al mundo, ya sea que nos agrupemos en gremios, géneros, colores, razas, sexos, naciones, oficios, profesiones, sindicalismos, ecologismos, antiespecismos, veganismos, pacifismos, feminismos, antirracismos, antifascismos, lesbianismos, gays, bisexuales, transexuales, anticonsumismos, antiglobalizaciones, laicismos; así militemos en torno a la izquierda, sea esta radical, ultra, progre, de centro o de lo que sea; todos, repetimos, somos esclavos del mismo sistema-dueño que parió a la revolución burguesa, al humanismo y a su modo de producción el capitalismo, hoy en su fase imperial.

Todos esos ismos son confusiones, zanahorias usadas por el poder de las transnacionales para evitar que los esclavos pensemos para que no aceptemos y reflexionemos que somos esclavos, para que nos mantengamos persiguiendo utopías baratas, confundidos con dioses o repartos de riquezas en paraísos religiosos, conformados con la ilusión de ser dueños pero sin una puya en el bolsillo, creyéndonos libres pero sin ser dueños de una sola corporación, jurando la igualdad pero vendiéndole la energía al dueño, creyendo en la democracia pero sin ninguna acción con qué jugar en la bolsa.

Se han cumplido casi 26 años desde que Hugo Chávez asumió la conducción de la estructura-gobierno y desde entonces aprendimos de él muchas cosas, entre ellas que la sociedad está constituida por una elite que se conceptúa a sí misma como superior. Esta elite anglosajona ha generado y usado todos los mecanismos de dominio a su alcance para permanecer en el tiempo. Estos mecanismos son represivos, ideológicos, educativos, artísticos, financieros, productivos, lo que le permite el ejercicio del poder sobre los esclavos. Aprendimos que solo somos una mina en la actual guerra inter-capitalista, botín-objetivo que necesita mantener y controlar el capital financiero-especulativo; que esa mina somos la inmensa mayoría, adosada a la gran maquinaria que es el imperio capitalista, que invade como un virus a todo el planeta.

Este enero cerramos una batalla más, descubrimos nuevas y viejas maneras de mentir de la elite extranjera y sus vasallos locales, descubrimos las falacias de los luchadores por otros, de los salvadores de mundos, supimos cómo los políticos universitarios y académicos terminan defendiendo lo que los hizo ser lo que son, y colocándose en el lugar que les corresponde. Las excepciones solo son eso, y nada más. Estas personas perdieron sus nombres y su esencia por un título que los esclaviza, como los antiguos esclavos domésticos por una miseria de prestigio social que supuestamente los hace destacados del montón de esclavos, sin percatarse que solo son un montón de mondongos y esqueletos con títulos, temiendo y odiando a sus congéneres esclavos, en la creencia de que también son superiores, sin darse cuenta del salario de 15 y último que reciben por estar al servicio de las corporaciones que les chupan la vida, igual que al resto de los esclavos que somos. Sin entender la inmensa oportunidad de pensar otro modo de ser y vivir que significa el actual gobierno.

Toca ahora pensar y planificar las nuevas formas de existir en donde el poder transnacional no pueda descubrir las claves y códigos que nos harán existencia fuera de su esclavitud.

A nosotros siempre se nos ha dicho lo que debemos ser, cómo comportarnos, a quién seguir, y agradecer que nos roben la energía, ya sea como soldados, obreros, campesinos, pescadores, profesionales, poetas, gerentes, o cualquier otra cosa que produzca riquezas.

En todos los vaivenes históricos se nos toma en cuenta como soldados, como ejército que se puede manipular y conducir al lado que deseen los manipuladores de turno, pero en ninguno de los casos nosotros tenemos opinión, voz, decisión, conducción, diseño político, plan. Siempre estamos apoyando, ayudando, aplaudiendo, gritando, pidiendo.

Cuando mucho somos la fuerza, volcán en erupción, río desbordado, tsunami, terremoto, tormenta, polvareda, incendio, siempre en calidad destructiva, a la que se le debe temer, controlar, crearle cauce, colocarle barreras, diques, muros de contención, comprenderle, sobarle el lomo del ego de sus individuales líderes.

Desaparecida la circunstancia que nos hace fuerza desbordada, entonces nos volvemos los culpables de toda la tragedia: pueblo sin control, pueblo bruto, pueblo ignorante, pueblo de bajas pasiones, pueblo traicionero, pueblo malagradecido, pueblo estúpido, borracho, hambriento, carterita de ron y pan duro, pueblo miserable que le gusta vivir como vive, Juan Bimba que no desea el progreso, la civilización, el desarrollo, el crecimiento económico y la cultura de sus dueños.

Esclavo, maldito esclavo, que te necesito solo como esclavo, ¿por qué no te callas, por qué no te quedas dormido, por qué no te calas el látigo en silencio, por qué no te arrumas en tu barraca, vereda, rancho, comuna, favela, villa miseria, barrio, y te comes calladamente tu maldita arepa de bagazo, tu bola de fraile, tu mandioca, tu tortilla?

¿Por qué, maldita sea, tienes que estar hablando, discutiendo, proponiendo en estas calles del mundo, por qué no te quedaste callado que así te ves mucho mejor, como en el trabajo, que es tu único papel en la historia de los tiempos y debes hacerlo bien, sin necesidad de regaño de supervisión, porque en eso se gasta mucha plata?

Por eso es que siempre te hemos sometido, no porque seamos dueños, o porque no te queremos, o no te valoramos. Es porque tú no haces caso y siempre la andas cagando, creyendo que no eres esclavo, que puedes ser dueño, que tienes derechos y pensando que puedes dejar de serlo. Ponga cuidado y siempre será un buen esclavo. No se desvíe, que vamos por buen camino.

Pero los esclavos sabemos que todos los caminos enseñados y propuestos por los dueños son los de la explotación, el saqueo, la invasión, el bloqueo, el odio, el huir, la búsqueda, la pérdida, el olvido, el deseo, la ausencia, la soledad, la separación, la carencia, el desalojo, la precariedad, el frío, el hambre: en fin, la esclavitud.

Todos caminos de la ignominia por donde vamos desahuciados, braceros, desplazados, olvidados, robados, estafados, ausentes, solos, despachados, botados, despedidos, falsos positivos, masacrados, precarios, perdidos, odiados, perseguidos, buscadores, ilusionados, obstinados, carentes, que eternamente somos alejados de las riquezas que producimos, en la creencia de que es el destino, el azar o el dios que nos pone a prueba antes de disfrutar de la vida feliz, que no existe en la eternidad, pero que en su nombre nos engañan y se enriquecen los dueños de las iglesias, mientras nosotros vemos a los dueños del planeta contar y apostar en las bolsas de valores, la energía y el sudor robado a nuestra miserable existencia, en donde hasta la palabra de aliento se nos cobra con intereses.

Nosotros los pobres solo sabemos, desde la llegada de Chávez, lo que intuíamos: que la filosofía tradicional que justifica al mundo burgués, que la política, que el arte, que su imaginario, códigos, claves, escuelas, fábricas, ejércitos, que toda la institucionalidad establecida, toda la ilusión, toda la esperanza, toda la fe del mundo burgués, no nos servían para nada; que ninguna representatividad iba a resolvernos el problema de la sumisión, el sometimiento que, pidiendo sacos de comida, pidiendo láminas de zinc, pidiendo sacos de cemento, cada cinco años nuestro destino estaba sellado para siempre como esclavos.

Digan lo que digan payasos maromeros y dueños del circo, pero la razón verdadera del porqué desean con tanto fervor derrocar al gobierno es porque, en más de 500 años, por primera vez los esclavos les hemos roncado en la cueva en este territorio, y estamos dispuestos a dejar de ser la mercancía mano de obra que los hace ser dueños.

Desde 1998 tenemos una épica de triunfo. Por eso es que no podemos afiliarnos a discursos llorones, a discursos pedigüeños, a discursos indignos, no es ese papel que como esclavo en contradicción nos toca jugar. Eso debe quedar para la historia. Ahora debemos pensar, ya no es tiempo de condenar, de criticar, de maldecir, de decir merecemos, deseamos, queremos. Es tiempo de crear, de reunirse colectivamente a generar un país, al que podemos pertenecer sin la espada del regaño rondando los cuerpos.

Nos toca crear las condiciones de la participación protagónica, y esto no es un decir, todo el mundo de la dictadura burguesa ha sido expresado a través de la representatividad en la política, en el arte, en la fábrica, en la escuela, en la familia, en el pensamiento, en el imaginario religioso. ¿Conocemos acaso héroes colectivos, maestros colectivos, filósofos colectivos, dirigentes colectivos, dioses colectivos, profesionales colectivos?

Debemos tener claro que lo por hacer es para sustituir definitivamente las condiciones materiales que hacen posible la existencia esclava, para trascender en la historia, para nombrarnos, y que nunca más nadie nos nombre, ni califique, ni condene, ni estigmatice.

Es el tiempo de cuestionar, de preguntarnos, qué es lo que realmente nos hace esclavos y cómo superarlo. Es el tiempo de abandonar todas aquellas instituciones que hacen posible el remache de la esclavitud, necesitamos saber cómo funcionan y cómo nos hacen esclavos permanentemente. Esto implica preguntarnos por deporte, escuela, universidades, sistema de salud, formas de organización social, fábrica, familia. Es decir, necesitamos analizar con detenimiento cada cosa creada por el capitalismo o mantenida por el capitalismo que nos hacen esclavos.

No se trata de creernos ignorantes y tragarnos o exigir que se nos llene el buche con la llamada cultura humanista, porque nunca la hemos tenido; al contrario, se trata de deshacernos de esos modos, usos y costumbres que nos mantienen atrapados en estancos que, por medio de la costumbre, consideramos naturales. No son derechos lo que nos hace falta: es pensar y crear otra cultura radicalmente distinta a la actual. No se trata de cambiar por cambiar, ni de cambiar todo para no cambiar nada como el gatopardo; se trata de comprender que, aquello que no tenga fuerza vital o destruya las condiciones existentes de vida, debe dejar de tener sentido para la otra cultura.

Hay gente de buena fe que piensa que somos ignorantes y que nos falta llenarnos el cerebro de la cultura burguesa para ser humanistas, que nos falta escuela, universidad, academia, conocimiento actual, pero no se han puesto a pensar que es esa misma escuela, ese mismo conocimiento, esas mismas academias, los que nos esclavizan. Sí, necesitamos conocimiento, pero debemos crearlo, porque no es posible sustituir la actual cultura con su mismo imaginario y sus estructuras esclavizadoras.

Saltar de la condición de mina a la condición de país es una tarea ardua pero refrescante, en tanto que podemos decidir qué dejar de ser y qué ser con alegría; que no es fácil, sencillo, soplar vidrios y hacer botellas; claro que no lo es, pero es la única manera de abandonar este sistema humano esclavizador que nos atosiga.

A esta posibilidad, los humanos se opondrán como siempre, porque los dueños del mundo no perdonan que los esclavos decidamos construir en el territorio que habitamos el destino que soñamos. Para ellos, en su interés y convencimiento, nosotros solo hemos nacido para servirles.

Ya estamos en enero de 2025. Los malos augurios no se cumplieron, los antiguos hechiceros humano-capitalistas fracasaron en sus predicciones, nada se prendió en candela. El gobierno no cree en brujerías porque sabe quién es el enemigo y está preparado para evitar que nos conviertan en un caos, en una guerra civil, que es lo único que le conviene a los dueños para mantenerse en el poder.

Mientras tanto, nosotros estamos sembrando las guaracaras, tapiramos, tapiramas o pintadas, como las llaman en distintos lugares del país donde se comen estos sabrosos granos; también el ñame manoetigre, orégano, albahaca, ají, pimentón, tomate. Cosechando yucas, ñames, ocumos, lechosas, cúrcuma, jengibre, cambures, topochos, plátanos, frutales, y preparando tierra para otras siembras veraneras.

Aquí estamos donde nacimos, aquí nos quedamos, porque esta tierra no se la vamos a dejar a las extranjeras corporaciones. Los que quieran buscar o seguir quimeras, ilusiones, utopías, esperanzas de mejor vida en otras tierras. Buen viaje y que se les abran todos los caminos y puedan andar francamente, y si deciden volver, tráigannos soluciones, conocimientos, alegrías y deseos de sembrarse en esta tierra que nos vio nacer y cobijará sin aspavientos. El cuerpo que ha de transformarse en otra forma de la vida para seguir siendo la vida.

Porque nosotros ya no creemos en ninguno de esos pajaritos preñados por muy poéticos que parezcan. Ahora estamos despiertos, gananciosos y sobre todo consagrados al futuro, porque Chávez nos dijo que nos habían robado el futuro y que, de ahora en adelante, la contentura radicaba en que debíamos trabajar para las generaciones futuras, para que nunca nadie más les robara el futuro como nos lo robaron a nosotros. Sería egoísta y miserable que hoy nos dedicáramos a trabajar para nosotros y contribuir a robarle el futuro a los porvenir. En ese hacer no hay trascendencia sustancial, superación del ser esclavo, y eso pasa por sustituir el actual modo de producción y su cultura.

O trascendemos o trascendemos: no hay otra consigna por ahora para los esclavos en contradicción pensante, en la que nos colocó Chávez. Lo demás es pote de humo, buche y pluma.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<