La Estrategia de Seguridad Nacional 2025 (ESN) de Estados Unidos, publicada recientemente y fechada en noviembre de 2025, define una política exterior centrada en la reafirmación de la soberanía estadounidense y la reestructuración del Hemisferio Occidental como espacio de influencia exclusiva como interés nacional. Así, el documento prioriza metas concretas: control fronterizo, reindustrialización, seguridad económica y estabilidad regional selectiva.
Su enfoque es realista (desde el punto de vista de las relaciones internacionales), funcional y marcadamente unilateral: EE.UU. actuará donde sus intereses estén en juego, incluyendo intervenciones cuando lo que considera una amenaza concreta lo exija.
Claves de la estrategia
El interés nacional como brújula única
La ESN establece con claridad que "las cuestiones de otros países nos conciernen solo si sus actividades amenazan directamente nuestros intereses" (p. 2).
Esta premisa elimina justificaciones morales genéricas y reorienta la política exterior hacia objetivos medibles y defensibles.
La seguridad fronteriza como pilar fundacional
El control de los flujos migratorios asciende al rango de prioridad estratégica: "La seguridad fronteriza es el elemento primario de la seguridad nacional" (p. 11).
La estabilidad del Hemisferio Occidental se mide, en buena parte, por su capacidad para contener la migración hacia EE.UU.
La reindustrialización como imperativo de poder
El documento vincula producción nacional con soberanía: "Cultivar la fuerza industrial estadounidense debe convertirse en la máxima prioridad de la política económica nacional" (p. 4).
Se promueve la repatriación de cadenas de suministro, la inversión en minería crítica y la revitalización de la base industrial de defensa.
Alianzas con equidad de cargas: el compromiso de La Haya
Los socios deben asumir su responsabilidad: "Los países de la OTAN se comprometieron a destinar el 5% del PIB a defensa" (p. 12).
EE.UU. pasa de garante absoluto a convener de una red de seguridad y defensa compartida, con incentivos comerciales y tecnológicos para quienes cumplan.
La paz como herramienta de influencia
El documento destaca los acuerdos de paz logrados en ocho conflictos en ocho meses como prueba de eficacia diplomática. La paz, ahora, es un medio para estabilizar regiones, abrir mercados y reorientar alianzas.
Seguridad económica es igual a seguridad nacional
El documento une lo estratégico y lo productivo: "La seguridad económica es fundamental para la seguridad nacional" (p. 13).
Comercio equilibrado, protección de propiedad intelectual, dominancia energética y liderazgo financiero forman un bloque indivisible, evidentemente fragilizado por décadas de políticas económicas ávidas por la acumulación de capital ficticio y no de creación de valor.
El giro hemisférico: el corolario Trump
La sección sobre el Hemisferio Occidental marca un punto de inflexión. Allí se presenta formalmente el "Corolario Trump a la Doctrina Monroe":
"Negaremos a competidores no hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales, en nuestro Hemisferio" (p. 15).
Esta formulación establece una exclusión funcional: ningún país del Hemisferio puede alinearse con actores extrahemisféricos sin enfrentar consecuencias. Pero el documento va más lejos en materia de contratación y desarrollo:
"Los términos de nuestros acuerdos, especialmente con aquellos países que más dependen de nosotros y sobre los que, por tanto, tenemos mayor influencia, deben ser contratos de fuente única para nuestras empresas".
"Al mismo tiempo, debemos hacer todo lo posible por expulsar a empresas extranjeras que construyan infraestructura en la región" (p. 19).
Estas directrices definen una nueva forma de soberanía funcional, medida por su capacidad para alinearse con la cadena de valor estadounidense.
La legitimidad se construye con ofrecimientos de EE.UU. en materia de tecnología superior, estándares abiertos y ausencia de "trampas de deuda", mientras que la asistencia extranjera, aunque aparentemente de bajo costo, lleva "costos ocultos" (p. 18).
Todo ello se refiere, obviamente, al principal actor internacional que le compite en fuerza y dinamismo económicos.
Expulsar a China
Según la ESN, la visión de EE.UU. sobre su competencia hemisférica con China se articula con claridad estratégica, realismo funcional y una fuerte carga normativa. No se trata de un rechazo abstracto a la influencia china, sino de una respuesta estructural a un hecho concreto: China ha logrado penetrar profundamente en el Hemisferio mediante inversiones en infraestructura, energía, minería y telecomunicaciones, especialmente en países donde EE.UU. había reducido su presencia económica o impuesto medidas coercitivas y sanciones.
El documento describe esta dinámica sin eufemismos:
"Los competidores no hemisféricos han hecho importantes incursiones en nuestro Hemisferio, tanto para perjudicarnos económicamente en el presente como de formas que pueden perjudicarnos estratégicamente en el futuro" (p. 17).
Esto reconoce explícitamente que China no actúa como potencia "extranjera hostil" en el sentido tradicional (militarizado), sino como competidor funcional: ofrece financiamiento rápido, infraestructura a bajo costo aparente y acuerdos sin condicionalidades políticas explícitas, una ventaja decisiva frente a los trámites lentos, regulaciones estrictas y exigencias de reformas estructurales de los organismos occidentales.
Frente a ello, EE.UU. propone una estrategia híbrida de expulsión selectiva y sustitución activa:
- Impulsa una campaña de descrédito de la oferta china que transforma lo económico en lo estratégico: una mina, un puerto o una red 5G no son solo proyectos comerciales, sino nodos de riesgo si están bajo control no hemisférico (no estadounidense); los llamados "costos ocultos: en espionaje, ciberseguridad, trampas de deuda y otras maneras" (p. 18).
- Ordena acelerar los procesos de aprobación en los mecanismos de financiamiento estadounidense para que ofrezcan plazos y condiciones competitivas: "Reformaremos nuestro propio sistema para agilizar las autorizaciones y licencias, de nuevo para convertirnos en el socio preferente" (p. 18).
- Rompe con el discurso del "libre mercado": EE.UU. ya no compite en el mercado; redefine las reglas del mercado mismo para excluir a China.
- Refuerza la narrativa en la que EE.UU. se presenta como el socio que ofrece transparencia, tecnología superior y protección contra la "subordinación"; China, según la ESN, no ofrece cooperación sino dependencia encubierta. EE.UU., en cambio, ofrece soberanía auténtica, definida como soberanía alineada con su cadena de valor.
De esta manera, la ESN demuestra que EE.UU. no subestima el avance chino en América Latina. Al contrario: lo toma como prueba de un error histórico —la negligencia hemisférica— y lo convierte en fundamento de una política de reversión activa.
Ahora, se disputa el control de los medios de producción de soberanía: infraestructura, energía, logística, datos, estándares técnicos.
Y Venezuela, por su alianza explícita con China en petróleo, oro, coltán, satélites y puertos, aparece como el caso crítico: no porque sea el mayor receptor de inversión china (no lo es), sino porque su persistencia como nodo multipolar legitima la viabilidad de esa alternativa.
Por eso, la estrategia estadounidense apuesta a que, al expulsar a China del Hemisferio, no solo recupera influencia, sino que restablece la condición de posibilidad de su hegemonía: un mundo donde la soberanía de los demás se mide por su capacidad para no interferir con los intereses de EE.UU.
Venezuela como límite práctico del corolario
Venezuela encarna el desafío máximo para esta doctrina:
- Mantiene alianzas estratégicas con China, Rusia e Irán;
- controla recursos críticos sin entregar su gestión a capitales extranjeros o alineados;
- y ha desarrollado mecanismos de intercambio que eluden el dólar y las cadenas de valor hegemónicas.
La ESN lo reconoce: "Algunas influencias serán difíciles de revertir, dada la alineación política entre ciertos gobiernos latinoamericanos y ciertos actores extranjeros" (p. 17).
Venezuela es, desde el punto de vista del documento, un precedente funcional: demuestra que es posible sostener una política exterior autónoma, aun bajo presión coercitiva prolongada.
El cerco busca un cambio de gobierno, pero asimismo tiene la intención de invalidar el modelo: probar que ningún país puede sostenerse fuera del orden de la soberanía selectiva.
Mientras Venezuela siga siendo un actor no funcional —pero persistente—, el Corolario Trump tendrá un punto ciego. Y mientras ese punto ciego exista, el Hemisferio no será plenamente "estable" en los términos de la ESN.
La estrategia estadounidense apuesta a que el futuro se construye con EE.UU., o simplemente no hay futuro. A contrapelo, Venezuela apuesta a que el futuro se construye con soberanía plena. Y en ese sentido, la nueva ESN oficializa las medidas que ya viene tomando desde hace unos meses con la militarización del Caribe.