El presidente estadounidense Donald Trump ha prometido aprovechar las reservas de petróleo del país para impulsar la economía durante su segundo mandato. Sin embargo, tal agenda choca con la de accionistas de la industria debido a la complejidad que implica la economía de la exploración y la producción petrolera.
En este sentido, según investigaciones y expertos en la materia, no es técnicamente exacto decir que Estados Unidos tiene las mayores reservas de petróleo y gas del planeta, tampoco que se puedan extraer.
El objetivo planteado por el líder republicano pasaría por una revisión radical de la industria energética de su nación. El cumplimiento de su lema "perfora, bebé, perfora" ("drill, baby, drill") no corresponde a una decisión personal, depende de los accionistas de las entidades privadas que dirigen el sector. Y, a menos que sea económicamente viable para ellos, no tienen la obligación de aumentar la producción.
TRUMP: ENTRE PRODUCCIÓN Y PRECIOS
La política expansiva en cuanto a producción del mandatario estadounidense enfrenta un desafío importante. Al promover nuevos campos y pozos de crudos convencionales, apuntalar una mayor extracción y, por ende, debilitar el precio del petróleo, podría haber un efecto adverso en todo el sistema de crudos no convencionales, que son el pulmón de la producción de ese rubro en el país norteamericano.
Los expertos advierten que el sector energético estadounidense no está contemplando un impulso en la producción a pesar del lema "drill, baby, drill". Este depende, en gran parte, de los hidrocarburos no convencionales. Aunque ese país ya es el principal productor de petróleo del mundo, los depósitos de fracking pierden rentabilidad cuando el precio del barril cae por debajo de 70 dólares.
Las compañías del área no estarían interesadas en aumentar la producción a partir de costosos proyectos de perforación sino en los beneficios de sus accionistas. Cuanto mayor sea la producción, mayor será la presión sobre el precio del petróleo y su declive. Con crudo más barato, las empresas energéticas estadounidenses tienen menos incentivos para producir en un mercado donde la nueva extracción requiere precios altos.
El CEO de Quantum Energy Partners, Wil VanLoh, dijo al Financial Times: "Simplemente no creo que las empresas vayan a hacer eso. Wall Street dictará aquí y, ¿sabes qué? No tienen una agenda política, tienen una agenda financiera. No tienen ningún incentivo para decir a los equipos directivos de estas empresas que perforen más pozos".
El analista Art Berman, por su parte, ha afirmado que los yacimientos de esquisto "se quedan sin pista de aterrizaje" debido a que el petróleo "fácil" se extrae y lo que queda cuesta más y produce menos. Rystad Energy y Wood Mackenzie predicen que la producción de petróleo de Estados Unidos aumentará solo 1,3 millones de barriles diarios (b/d) bajo la administración Trump, menos que los 1,9 millones de b/d de la corta era Biden.
Por otra parte, los aranceles que Trump ha anunciado para Canadá, que se limitan a 10% para el petróleo, trabajan contra el abaratamiento del crudo que pretende su gobierno. Estados Unidos compra más de la mitad de sus importaciones de este rubro a su vecino del norte. Por tanto, dichas acciones tendrán un efecto al alza directo sobre la gasolina consumida en el Medio Oeste estadounidense.
LA GEOLOGÍA ENTRA EN EL DEBATE
Un informe de la consultora Goehring & Rozencwajg Associates, LLC. dice que los mejores días del esquisto han pasado. La productividad tocó techo en 2017, los "puntos dulces" están explotados y las cifras oficiales de crecimiento están infladas. Por su parte, Goldman Sachs considera que las ganancias tecnológicas impulsan el crecimiento del Pérmico, pero la geología juega en su contra. El número de plataformas está cayendo y el crecimiento se ralentiza: 6% este año y 4% en 2026.
La Administración de Información de Energía (EIA) prevé que el petróleo de baja permeabilidad —remanente por extraer— alcance un máximo de 9,4 millones b/d a finales de 2026, para luego descender sólo 0,2% hasta 9,3 millones b/d en 2029. Se trata de un lento desvanecimiento, no un desplome.
La preocupación de los expertos por la oferta parte del conocimiento de los límites del esquisto bituminoso. El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) dice que queda mucho petróleo y gas, pero el método del Sistema Petrolífero Total lo cartografía todo, desde la roca madre hasta los hidrocarburos atrapados. En 2015 los yacimientos de esquisto, liderados por el Pérmico, contenían unos 100 mil millones de barriles de petróleo por descubrir; esto es aproximadamente cuatro veces las reservas probadas de esquisto reportadas por la EIA en 2022.
Lo mismo ocurre con el gas de esquisto dado que el USGS calcula 1 300 billones de pies cúbicos (bpc) de gas técnicamente recuperable, tres veces las reservas probadas. A continuación se observa que la costa del Golfo encabeza la lista con 448 bpc, seguida del Pérmico (340 bpc) y otros sitios.
LA ENERGÍA COMO PODER POLÍTICO Y VICEVERSA
Estados Unidos también posee 43 mil millones de barriles de petróleo convencional y 350 bpc de gas convencional, pero gran parte de ellos sigue sin explotarse debido al costo, a los límites tecnológicos y a la normativa.
Más allá de desregular la actividad petrolera, el plan de Trump busca poner todas las fuerzas del gobierno estadounidense en función de impulsar la economía nacional que, como en todos los casos, es la energía. De hecho, el desarrollo tecnológico para avanzar en la extracción del gas de baja permeabilidad, el metano en capas de carbón y el petróleo de esquisto se logró por instrumentos de apoyo gubernamental como la Windfall Profit Tax Act de 1980, la Natural Gas Policy Act de 1978 y la Energy Policy Act de 2005. Con ellos se logró la financiación de la investigación, las exenciones fiscales y los incentivos que hicieron viables dichos avances energéticos y reconfiguraron tanto la economía como la geopolítica estadounidenses.
El gas de esquisto se basó en dichos desarrollos, transformó la energía estadounidense en la década de 2000 y el petróleo de baja permeabilidad sacudió los mercados mundiales en la década de 2010. La administración Trump entiende que la energía es poder político y ve un vínculo entre el dominio energético, la fortaleza económica y la influencia global. Un ejemplo: el petróleo no convencional es la nueva fuente de energía más grande del mundo desde el gas natural. Su consumo primario es igual al de las renovables.
Sin embargo, Trump corre el riesgo de centrar sus objetivos en el crecimiento económico sin tomar en cuenta el impacto de las emisiones y otros pasivos ambientales (contaminación de acuíferos, áreas protegidas y ríos), mientras las energías renovables solo ralentizan el problema.
El auge del precio del petróleo entre 2005 y 2014 demostró que la economía, no solo la geología, dicta el suministro ya que los precios más altos impulsaron un aumento en la inversión y la nueva producción. Además, un escenario de precios altos asegura la rentabilidad y productividad del sector energético.
DEL DICHO AL HECHO HAY MUCHAS BATALLAS
Aunque este análisis describe las tendencias de los crudos no convencionales, se entiende que Trump ha autorizado nuevos proyectos petrolíferos en áreas bajo administración especial por protección ambiental, especialmente en Alaska, donde hay reservas de crudos convencionales.
Los nuevos desarrollos energéticos tardarán tiempo. El "drill, baby, drill" tendrá que superar los escollos entre las órdenes ejecutivas federales y las legislaciones de los estados, que en muchos casos colidan o condicionan la política concesionaria y la explotación del suelo y el subsuelo. Ese será un campo de batalla para Trump.
Hasta que estos desarrollos no se consoliden, no habrá una colateralización de ello en la oferta estadounidense, en los precios y, en consecuencia, sobre la rentabilidad de los pozos de crudos no convencionales (fracking).
Es evidente que el sistema de producción estadounidense podría cambiar considerablemente. Todo queda en manos de la tecnología, del capital y de los precios, que han demostrado el poder necesario para impulsar los mercados financieros y la geopolítica, que son los que conducen el juego del petróleo.