La violencia desplegada en Gaza revela un fenómeno que trasciende el marco de un conflicto militar convencional. Allí se consolidan prácticas en las que la guerra es el negocio y la destrucción la estrategia de mercado. Empresas privadas, tecnologías de vigilancia y algoritmos de inteligencia artificial se integran en una maquinaria que no solo busca someter a una población, sino perfeccionar métodos de control y exterminio con la mira puesta en su exportación global. Gaza funciona, en este sentido, como un espacio donde se articula la industria militar con el capitalismo, generando un modelo reproducible más allá de sus fronteras inmediatas.
Este proceso anticipa un futuro en el que la línea entre seguridad y represión, entre asistencia y dominación, se vuelve cada vez más difusa. Lo que se afianza en ese territorio opera como referencia y precedente para otros escenarios en los que el poder político y económico busque aplicar soluciones de control poblacional bajo la cobertura de la innovación.
Con el fin de comprender mejor este proceso, a continuación revisaremos algunos de los datos y hallazgos expuestos por la autora Aymun Moosavi en el artículo Gaza Inc: Donde el genocidio está probado en batalla y listo para el mercado, los cuales ayudan a dimensionar la magnitud de este fenómeno.
"Ayuda humanitaria" bajo la lógica del exterminio
La llamada ayuda humanitaria en Gaza se gestiona bajo un esquema militarizado. Los centros de distribución de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) se han convertido en espacios de represión contra civiles que buscan alimentos. Testimonios recogidos por Associated Press y material audiovisual muestran a contratistas de seguridad estadounidenses disparando munición real, proyectiles de goma, granadas aturdidoras y gas pimienta contra multitudes desarmadas. Los propios contratistas reconocieron que la fuerza letal se aplica de manera habitual, incluso sin que exista amenaza. En los videos se escucha a los guardias discutir cómo dispersar a los palestinos y celebrar tras los disparos.
GHF está registrada en Delaware y recibe respaldo del gobierno israelí. En mayo de 2025 obtuvo 30 millones de dólares de financiamiento estadounidense, fuera de los mecanismos de la ONU. Durante una sola distribución en junio, los contratistas lanzaron 37 granadas aturdidoras, 27 proyectiles de goma y 60 latas de gas pimienta, además de usar munición real. La seguridad de estos puntos quedó en manos de las empresas UG Solutions y Safe Reach Solutions, dirigidas por exagentes de inteligencia y veteranos militares sin experiencia en tareas humanitarias. Una investigación de la BBC identificó a al menos diez miembros del Infidels Motorcycle Club, una pandilla estadounidense antiislámica, contratados por UG Solutions. Siete de ellos ocupan cargos de mando en Gaza.
Más de mil palestinos han muerto en estos centros y miles han resultado heridos. Noventa y dos congresistas demócratas enviaron una carta al Secretario de Estado, Marco Rubio, para exigir una investigación formal sobre GHF. Señalaron que la fundación carece de antecedentes humanitarios, mantiene una estructura financiera opaca y ha estado involucrada en episodios de violencia contra civiles. El representante Sean Casten encabezó la petición, recordando que 58 expertos de USAID ya habían advertido sobre la falta de capacidad técnica de la organización antes de aprobarse la subvención. La decisión final, firmada por Jeremy Lewin del Departamento de Estado, ignoró estas advertencias.
Las sospechas de financiamiento externo también han crecido. Informes señalan posibles aportes de hasta 280 millones de dólares del gobierno israelí, mientras la sucursal de GHF en Suiza fue cerrada sin explicación. Además, en los sitios de distribución se han documentado prácticas de vigilancia biométrica sobre palestinos, gestionadas por contratistas y soldados israelíes.
Tecnología, algoritmos y mercado bélico
La inteligencia militar israelí ha incorporado la inteligencia artificial en sus operaciones de vigilancia y ataque. La Unidad 8200 entrenó un modelo de IA con comunicaciones interceptadas de palestinos para crear una herramienta capaz de procesar grandes volúmenes de datos y responder consultas sobre personas bajo monitoreo. Este sistema se diseñó tras el inicio de la guerra en Gaza en 2023 y contó con la participación de reservistas vinculados al sector tecnológico internacional, incluidos ingenieros de Google, Meta y Microsoft. Entre las aplicaciones desarrolladas destacan Lavender y The Gospel, que se integraron a las operaciones militares para seleccionar objetivos humanos y materiales durante los bombardeos.
El alcance de esta vigilancia se amplió con un acuerdo entre la Unidad 8200 y Microsoft. En 2021, el jefe de la unidad obtuvo de Satya Nadella un espacio segregado en la nube de Azure para almacenar millones de llamadas interceptadas diariamente en Gaza y Cisjordania. Este sistema permite reproducir conversaciones de palestinos y clasificarlas en tiempo real. El control absoluto sobre la infraestructura de telecomunicaciones palestina asegura que la recolección de datos sea masiva e indiscriminada.
La aplicación de estas tecnologías se combina con el mercado armamentístico. La empresa israelí Smartshooter desarrolló miras de alta precisión que se integran en rifles y permiten rastrear objetivos en movimiento. Miles de estas miras se han utilizado en Gaza y, paralelamente, el Ministerio de Defensa británico firmó contratos por aproximadamente 5,7 millones de dólares en 2023 para equipar a su brigada de asalto aéreo. El acuerdo se amplió a un marco de cinco años por un valor de hasta 25 millones de dólares para suministrar más equipos a soldados de combate.
Los resultados financieros de esta industria confirman su peso en la economía israelí. En 2024 las exportaciones de armas y tecnología alcanzaron 14 mil 800 millones de dólares, una cifra récord que probablemente será superada en 2025 debido a la creciente demanda internacional de drones, armas y sistemas de vigilancia probados en Gaza. La violencia en el territorio ocupado se ha convertido en un argumento de venta. Alemania, por ejemplo, adquirió un sistema de defensa antimisiles de Elbit por 260 millones de dólares, mientras el Reino Unido mantiene entrenamientos con tecnología israelí para sus fuerzas de despliegue rápido.
Esta convergencia entre el sector tecnológico y el militar crea un modelo donde la innovación se mide en eficacia letal y capacidad de control poblacional. Como afirma Aymun Moosavi:
"Hoy en día, los sectores armamentístico y tecnológico de Israel son indistinguibles. El software de vigilancia, las listas de asesinatos basadas en IA y los sistemas automatizados de selección de objetivos se combinan con rifles y drones. La guerra se ha convertido en un espacio protegido para la innovación tecnológica, convirtiendo a Gaza en un laboratorio donde se perfecciona el genocidio privatizado".
Internacionalización y complicidades
La política de militarización israelí se sostiene en una red de alianzas internacionales que garantizan mercados, financiamiento y legitimidad. India es uno de los socios más relevantes. El 8 de septiembre de 2025 ambos países firmaron un acuerdo bilateral de inversión que busca expandir el comercio y crear mecanismos de arbitraje para proteger capitales. El intercambio comercial alcanzó 3 mil 900 millones de dólares en 2024, y entre 2001 y 2021 India importó armamento israelí por un valor de 4.200 millones de dólares.
Además de comprador, India también es proveedor: empresas como Adani-Elbit Advanced Systems India, Premier Explosives y la estatal Munitions India participan en la producción de drones y explosivos destinados a las operaciones militares israelíes.
Europa representa otro pilar de esta red. En 2024 absorbió el 54% de las exportaciones de defensa israelíes, frente al 35% del año anterior. Los sistemas de defensa aérea, misiles y cohetes constituyeron casi la mitad de esas ventas, lo que confirma una creciente dependencia militar europea hacia Tel Aviv.
Este salto en la participación europea no es marginal: significa que más de la mitad del mercado de exportación israelí se concentra hoy en el continente, desplazando a otras regiones como Asia-Pacífico, que quedó con el 23 %.
El Reino Unido ocupa un lugar destacado dentro de ese bloque. Según Middle East Eye, Londres está cerca de firmar un contrato de más de 2 mil 500 millones de dólares con Elbit Systems, el mayor fabricante de armas de Israel. El acuerdo permitiría entrenar a 60.000 soldados británicos cada año y convertiría a la empresa en socio estratégico del Ministerio de Defensa británico. Elbit ya provee el 85 % de los drones del ejército israelí y ha estado directamente involucrada en la ofensiva contra Gaza.
Moosavi señala en su texto:
"Esta relación se profundizó a principios de este año cuando se reveló que una academia militar británica entrenaba a soldados del ejército de ocupación, muchos de los cuales han estado implicados en crímenes de guerra durante los conflictos de Gaza y Líbano. Ese mismo Elbit proporciona el 85 % de los drones del ejército de ocupación y ha sido blanco recurrente de la proscrita Acción Palestina por su participación directa en crímenes de guerra. Londres no solo ha protegido a la compañía, sino que también ha intensificado las operaciones conjuntas".
Gaza es un espacio de legitimación para una industria de la guerra que se proyecta globalmente y se refuerza mediante socios que participan activamente en su consolidación.
El modelo exportable de Gaza: maquinaria de exterminio
El recorrido por los distintos niveles de militarización en Gaza muestra un esquema sistemático que articula violencia, tecnología, economía y geopolítica.
El llamado "Plan Riviera de Gaza" sintetiza esta lógica. Como escribe Moosavi, "el modelo genocida requiere la limpieza de una población, ya que es más fácil —y más eficiente— eliminarla que someterla". La consultora Boston Consulting Group ha sido señalada por elaborar estimaciones para la reubicación masiva de gazatíes, mientras empresas privadas y mercenarios estadounidenses se preparan para administrar un escenario posbélico diseñado en clave neoliberal y militarizada.
La propia ayuda humanitaria se integra en este diseño. Los puntos de distribución descritos por la ONU como "trampas mortales" se han convertido en instrumentos para desplazar a la población hacia enclaves cada vez más reducidos en el sur de Gaza. "Este no es el futuro de la guerra. Es el presente. Y se está construyendo, probando y vendiendo en Gaza", dice Moosavi.
El territorio palestino opera como vitrina de un modelo genocida privatizado y globalizado, un laboratorio de guerra que ya marca el rumbo de los conflictos contemporáneos. Ese rumbo pretende extrapolarse a otros escenarios, incluido el nuestro en Venezuela, frente a un bloque occidental que ha adoptado esta forma de dominación como política estructural.