En un nivel, Irán sencillamente "ganó". Trump hubiese querido ser agasajado con una espléndida "victoria" estilo reality. Los ataques del domingo contra tres instalaciones nucleares, en efecto fueron proclamados estruendosamente como tal por Trump y Hegseth: habiendo "aniquilado" el programa de enriquecimiento nuclear de Irán, afirmaron. "Lo destruimos por completo", insisten.
Solo que no lo hicieron: el ataque, quizás, causó daños superficiales. Y aparentemente fue coordinado por adelantado con Irán vía intermediarios para que fuera un asunto de "una sola vez y a la primera". Este es un patrón habitual de Trump —coordinación adelantada—. Esa fue la modalidad en Siria, Yemen e, incluso, con el asesinato de Qassem Soleimani, todos con el propósito de dar a Trump una "victoria" mediática rápida.
El llamado "cese al fuego" que rápidamente vino a continuación de los ataques estadounidenses —aunque no sin algunos traspiés— fue una "suspensión de hostilidades" ensamblada —y no hay cese al fuego, puesto que no se acordaron ningunos términos—. Fue un "crédito transitorio". Lo que esto quiere decir es que el impasse entre Irán y Witkoff permanece sin resolverse.
El Líder Supremo ha establecido enérgicamente la posición de Irán: "No rendición"; el enriquecimiento continúa; y Estados Unidos debe renunciar a la región y mantener sus narices fuera de los asuntos iraníes.
Así que, en el lado positivo del análisis costos-beneficios, Irán probablemente tenga suficientes centrífugas y 450 kilogramos de uranio altamente enriquecido, y nadie —a excepción de Irán— ahora sabe dónde están escondidas las reservas. Irán retomará el procesamiento. Un segundo plus para Irán es que la AIEA y su director general, Grossi, han sido tan flagrantemente subversivos respecto a la soberanía de Irán que lo más probable es que la Agencia sea expulsada de ese país. La AIEA no ejerció su responsabilidad básica de salvaguarda de las instalaciones donde estaba presente el uranio enriquecido.
Los servicios de inteligencia estadounidenses y europeos de este modo perdieron sus "ojos" sobre el terreno, así como privarse de la recolección de data de la inteligencia artificial de la AIEA —sobre la que pesadamente dependía Israel para la identificación de objetivos—.
En el ángulo del costo, militarmente, por supuesto que Irán sufrió daños físicos, pero retiene su potencia misilística. La narrativa estadounidense/israelí de los cielos "totalmente abiertos" para las aeronaves de los segundos es otro nuevo engaño forzoso para apoyar la "narrativa victoriosa".
Como lo señala Simplicius:
"Todavía sigue sin aparecer una sola pizca de evidencia de que aviones israelíes —o estadounidenses, si a ver vamos— alguna vez sobrevolaron significativamente sobre Irán en algún momento. No tienen base las afirmaciones de 'superioridad aérea total'. Archivo audiovisual hasta el último día demuestra que Israel continuó dependiendo de sus drones de gran tamaño para vigilancia y asalto con vistas a atacar los objetivos terrestres iraníes".
Aun más, fueron registrados los tanques de caída de los aviones israelíes arrastrados a las costas iraníes más al norte, en el Caspio, sugiriendo en vez que los lanzamientos de misiles fueron organizados por la fuerza aérea desde el norte —es decir, desde el espacio aéreo azerí—.
Un nivel más arriba en el análisis costo-beneficios, uno debe desplazarse hacia el cuadro general: que la destrucción del programa nuclear fue un pretexto, aunque no el objetivo principal. Los propios israelíes dicen que la decisión de atacar al Estado iraní fue tomada en septiembre/octubre pasado (2024).
El intrincado, costoso y sofisticado plan de Israel —decapitación, asesinatos selectivos, ciberataques y la infiltración de células de sabotaje equipadas con drones— que se desenvolvió a lo largo del ataque furtivo del 13 de junio estaba enfocado en un objetivo inmediato: la implosión del Estado en aras de pavimentar el camino hacia el caos y el "cambio de régimen".
¿Habrá creído Trump en el delirio israelí de que Irán estaba al borde de un colapso inminente? Muy probablemente que sí. ¿Creyó el cuento israelí —supuestamente confeccionado con el programa de IA Mosaic de la AIEA— de que Irán estaba pisando el acelerador "rumbo a la bomba nuclear"? Parece posible que Trump haya sido embaucado —o, más probable, era presa voluntaria— en el constructo narrativo de los israelíes y la facción Israel first en Estados Unidos.
Como el asunto ucraniano se ha demostrado más intrincado de lo que Trump esperaba, la promesa israelí de un "Irán al borde de la implosión, estilo Siria", una transformación "épica" del "Nuevo Medio Oriente" debió haber sido lo suficientemente atractiva para que Trump bruscamente arrojara a un lado la evaluación de Tulsi Gabbard sobre que Irán no tenía armamento nuclear.
Entonces, ¿la respuesta del ejército iraní y la masiva movilización popular en defensa de su país fue para Irán una "gran victoria"? Bueno, ciertamente es una "victoria" sobre los vendedores del "al borde del cambio de régimen”; ¿aunque quizás esta victoria amerite refinación? No es una "victoria eterna". Irán no puede darse el gusto de bajar la guardia.
Una "rendición incondicional iraní" es, por supuesto, en este momento, descartada. Pero el punto aquí es que el establishment de Israel, el lobby proisraelí y Estados Unidos —y posiblemente también Trump— continuarán creyendo que la única vía para garantizar que Irán no avance hacia el umbral del estatus armamentísticio no es a través del monitoreo y de inspecciones intrusivas sino precisamente vía el "cambio de régimen" y la instalación de un títere puramente occidental en Teherán.
La "larga guerra" para subvertir Irán, debilitar Rusia, los Brics y China está en espera. No ha terminado. Irán no puede permitirse relajarse o descuidar sus defensas. Lo que está en juego es el intento estadounidense de control de Asia Occidental y de su petróleo como apuntalamiento para su supremacía comercial mediante el dólar.
El profesor Michael Hudson señala que "Trump esperaba que los países respondieran a su caos de aranceles alcanzado un acuerdo de no comerciar con China y, en efecto, aceptando las sanciones financieras y comerciales contra China, Rusia e Irán". Claramente, tanto Rusia como China comprenden el nivel de las apuestas geofinancieras que rodean la "no rendición" de Irán. Entienden también cómo el cambio de régimen haría vulnerable el flanco débil en el sur de Rusia, cómo podrían colapsar los corredores comerciales de los Brics, y ello ser empleado como una cuña al separarla de China.
Puesto de forma sencilla: la larga guerra estadounidense probablemente se retome en un nuevo formato. Irán notablemente ha sobrevivido esta fase aguda de la confrontación. Israel y Estados Unidos apuestan todo a un alzamiento del pueblo iraní. No pasó: la sociedad se unió de cara a la agresión. Y el ánimo es más robusto, más determinado.
Sin embargo, Irán "ganará" aun más si las autoridades aprovechan la euforia de una sociedad unida para impartir energía nueva a la Revolución Islámica. La euforia no durará para siempre, fuera de la acción. Es una oportunidad paradójica, e inesperada, que se le ofrece a la República.
Israel, por contraste, habiendo lanzado su "guerra de shock psíquico" para volcar al Estado iraní, rápidamente se vio a sí misma en una situación en la que su enemigo no se rindió sino que respondió. Israel se halló a sí misma como el objetivo a gran escala de los ataques de represalia. La situación rápidamente se volvió crítica —tanto económicamente como en el agotamiento de sus defensas antiaéreas— mientras que Netanyahu llamaba de forma desesperada a que Estados Unidos los rescatara, algo que fue debidamente atestiguado.
Moviéndonos hacia el nivel más amplio de costos-beneficios geopolíticos, la posición de Israel —en un nivel regional— de ser inexpugnable cuando se fusiona con el poder estadounidense ha recibido un golpe:
"Pensémoslo de la siguiente manera: en unos diez o veinte años, ¿qué será recordado? ¿Los ataques de decapitación y los asesinatos selectivos de científicos o el hecho de que las ciudades israelíes ardieron por primera vez; que Israel no logró desdentar el programa nuclear iraní, y fracasó en cada uno de los principales objetivos que tenía, incluido el cambio de régimen?".
"El hecho es que Israel sufrió una humillación histórica que ha destruido su mística”.
Los Estados del golfo van a tener algunas dificultades para digerir el significado mayor de esta ocurrencia simbólica.
Y aunque el electorado de Trump al parecer está satisfecho con que Estados Unidos haya participado mínimamente en la guerra —aparentemente está feliz de vivir envuelto en la miasma de las autocongratulaciones exageradas— hay evidencia importante de que la facción MAGA de la coalición Trump simultáneamente está llegando a la conclusión de que el presidente estadounidense cada vez más se convierte en parte del sistema del Estado profundo que tan ardientemente criticaba.
Hubo dos asuntos claves en la última elección presidencial en Estados Unidos: inmigración y "no más guerras eternas". Trump, hoy, a pesar de su mensajeo altamente confuso y contradictorio, está claro en que una guerra eterna no está descartada: "Si Irán construye de nuevo instalaciones nucleares —entonces dentro de ese escenario— Estados Unidos atacará —de nuevo—", advirtió.
Eso —y los posts cada vez más estrambóticos que Trump firma— parecen haber tenido como efecto la radicalización de su base populista contra el propio presidente en torno a este asunto.
Para el resto del mundo, sus posteos más recientes son perturbadores. Tal vez funciona con algunos estadounidenses, pero en ninguna otra parte. Esto significa que Moscú, Beijing y Teherán ven muy difícil el tomarse en serio semejante mensajería errática. Igual de problemático, no obstante, es cuán divorciado de la realidad geopolítica, en una sucesión de casos, ha demostrado estar el Team Trump en sus evaluaciones situacionales.
Luces ambarinas titilan en muchas capitales en todo el mundo.
Originalmente publicada en inglés en Strategic Culture Foundation el 1º de julio de 2025, la traducción para Misión Verdad la realizó Diego Sequera.