Entre los objetivos primordiales de la operación psicológica protagonizada por María Corina Machado, con la bandera falsa de su "secuestro", se encontraba el llamar la atención de Donald Trump sobre Venezuela. Lo lograron parcialmente, con una declaración a través de la red digital Truth Social:
"La activista venezolana por la democracia María Corina Machado y el presidente electo González están expresando pacíficamente las voces y la VOLUNTAD del pueblo venezolano con cientos de miles de personas manifestándose contra el régimen. La gran comunidad venezolana-estadounidense en los Estados Unidos apoya abrumadoramente a una Venezuela libre, y me apoyó firmemente. ¡Estos luchadores por la libertad no deben sufrir daños y DEBEN mantenerse VIVOS y A SALVO!".
A pesar del gesto, ello no satisface los propósitos de aquel sector extremista de la oposición venezolana, como veremos a continuación.
Sin política específica en torno a Venezuela
Si bien el magnate republicano mordió el anzuelo, mencionando el suceso sobre Machado y denominando a Edmundo González Urrutia como "presidente electo", procuró mantener el tema venezolano en un perfil bajo ante los demás tópicos del Gran Juego en otros escenarios geopolíticos y geoeconómicos, respecto a los cuales tiene líneas políticas definidas ya anunciadas:
- Las pretensiones de expansionismo estadounidense hacia Canadá.
- El formateo geopolítico en torno al golfo de México.
- El canal de Panamá como presa.
- La anexión de Groenlandia, territorio perteneciente desde hace siglos a Dinamarca y próximo a Rusia.
- El cese de la guerra en Ucrania y el Dombás y, por ende, una señalada reunión estratégica Trump-Putin.
- Y los aranceles comerciales a la producción tecnológica china.
Son temas que han rondado el discurso del próximo presidente estadounidense para su próximo gobierno. No quiere decir que sean políticas inamovibles, que no sufran transformaciones en el desarrollo de su gestión, pero son los temas fundamentales por los cuales su administración tomará medidas proactivas para tratar de contrarrestar y revertir el declive hegemónico de Washington.
Con la brújula internacional establecida de antemano, Trump y su equipo estratégico toman en cuenta un tablero con intereses mucho mayores en su agenda, donde Venezuela no figura precisamente en el altar de su atención. Muestra de ello es el hecho de que, desde su victoria electoral en noviembre pasado, tanto el gobierno venezolano como Machado y González Urrutia han destacado poco en sus declaraciones, discursos y entrevistas, salvo por menciones laterales de republicanos cercanos a su círculo político, como Bernie Moreno.
En ese sentido, el mensaje en Truth Social se desplegó como un gesto de solidaridad, sin que ello implicara el perfilamiento de una política específica, la asunción de un compromiso estratégico ni el escalamiento prominente del "tema Venezuela" en sus prioridades de política exterior.
La mención a los "venezolanos-estadounidenses" confirma que se trató de una publicación dirigida a los representantes políticos del sur de Florida que lo apoyan, quienes mantuvieron una reunión con González durante la visita del exdiplomático en Washington, entre ellos María Elvira Salazar, Carlos Giménez, Mario Díaz-Balart y Mike Waltz; este último será el siguiente Asesor de Seguridad Nacional de Trump 2.0.
Dicho sector, sustentado política y económicamente por grupos de origen o ascendencia cubano-venezolanos de línea dura contra sus países, ha sido un pilar en la constitución electoral de Trump desde su primera administración; la asunción del senador Marco Rubio como próximo Secretario de Estado figura cual síntoma de que la estrategia de máxima presión ganaría tracción en su segundo gobierno, un deseo de aquella camarilla extremista.
Los demócratas presionan, pero no aprietan
En el periodo de transición entre la victoria electoral del 5 de noviembre de 2024 y el Día de Inauguración Presidencial del próximo 20 de enero de 2025, la administración demócrata de Joe Biden se ha encargado de acelerar algunos importantes movimientos internacionales para comprometer a la venidera administración en pantanos geopolíticos que, según el mismo Trump, desea neutralizar a favor de su propia agenda.
- La reconfiguración de la nueva Siria, donde los jugadores regionales más prominentes son Türkiye, Israel e Irán.
- La preeminencia de la OTAN como operador central de Europa.
- El incesante apoyo financiero y logístico a Ucrania, fungiendo de pivote contra Rusia.
- Y nuevos paquetes sancionatorios sobre Moscú.
En el mismo cuadro entra Venezuela, aunque con mucha menor intensidad. El presidente Nicolás Maduro se juramentó ante el Poder Legislativo este viernes 10 de enero, de acuerdo con el mandato constitucional, para el periodo 2025-2031: un cuadro que claramente contrasta con la narrativa extendida durante las últimas semanas sobre el supuesto ascenso presidencial de Edmundo González Urrutia y un posible arribo a Caracas. Una vez más, el sector extremista de la oposición fracasó en la imposición de un cambio de régimen, aun cuando cuenta con el apoyo de la administración Biden.
Al cierre de este análisis, el gobierno demócrata no ha tomado ninguna medida de mayor fuerza y presión contra Venezuela, como quisiera el grupo que aboga por la máxima presión, tal como el levantamiento de las licencias a los sectores energéticos del país. Pero sí tomaron medidas que se compaginan con posibles intenciones de reeditar alguna operación mercenaria, tan sugerida por Erik Prince e Iván Simonovis desde Estados Unidos.
Una nueva tanda de sanciones individuales contra funcionarios venezolanos fue emitida y, además, el secretario de Estado Antony Blinken anunció, vía comunicado de prensa, que en apoyo al "retorno a la democracia en Venezuela" subieron la recompensa sobre la cabeza del presidente Maduro y del ministro Diosdado Cabello a 25 millones de dólares, además de 15 millones de dólares por el ministro general Vladímir Padrino López.
Bajo este radar de acción, el gobierno de Biden decide acelerar sus pasos referidos a Venezuela, pero sin lograr la configuración de un escenario que comprometa a Trump —por ahora— a continuar con la misma estrategia. De hecho, todo está por verse en cuanto a la agenda del magnate y los decisores a su alrededor en torno a Venezuela.
Por lo pronto, el simulacro de Machado funcionó para que el magnate mostrara las cartas que mantenía en mano sobre el caso venezolano. El gesto no resulta suficiente para insuflarle una mayor dosis de respiración artificial al extremismo opositor, el cual apuesta por imponer la típica línea dura frente a lo planteado por el senador Bernie Moreno: una negociación Trump-Maduro con base en el retorno de inmigrantes venezolanos residentes en el país norteamericano y la continuación de la política energética entre ambos países, una necesidad económica y geopolítica en la que ganan ambas partes.
Evitar a toda costa que se desarrollen estas tendencias e intereses después de que Trump asuma, e instalar rápida y contundentemente la cuestión de recrudecer las sanciones contra Venezuela, son los objetivos centrales de la puesta en escena de Machado y González Urrutia. Con este propósito se desarrolló la última operación de falsa bandera de María Corina, que se le ha salido de las manos y se le ha vuelto en contra, generando pesimismo y confusión entre quienes la acompañan.