Lun. 15 Septiembre 2025 Actualizado 3:20 pm

Estados Unidos impulsa una agenda de cambio de régimen contra Venezuela

Estados Unidos impulsa una agenda de cambio de régimen contra Venezuela (Foto: Samuel Corum / Getty Images)
Una lógica imperial documentada y sistemática

Las denuncias de Padrino se inscriben en un patrón histórico de intervención

Las recientes denuncias hechas por el vicepresidente sectorial de Defensa y Soberanía de Venezuela, general en jefe Vladímir Padrino López, sobre vuelos de inteligencia estadounidenses en el Caribe —descritos como "muy provocativos" y orientados a "buscar un incidente para generar una guerra"— no son un hecho aislado ni una exageración retórica. Por el contrario, se inscriben en un patrón sistemático, documentado y alarmantemente creciente: el uso continuo y multifacético de las fuerzas armadas de Estados Unidos en el extranjero, tal como lo registra —aunque de forma incompleta— el propio Servicio de Investigación del Congreso de EE.UU. (CRS).

En junio de 2023 el CRS publicó su actualización del informe histórico Instancias de uso de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en el extranjero, 1798-2023, un documento que, aunque deliberadamente incompleto —excluye operaciones encubiertas, asistencia a golpes de Estado y entrenamientos secretos—, ya contabiliza 491 intervenciones militares en 225 años, de las cuales 415 ocurrieron desde 1948: es decir, en la era supuestamente dedicada a la paz y el multilateralismo post Segunda Guerra Mundial.

En este contexto, los vuelos de los RC-135 —capaces de recopilar inteligencia en tiempo real hasta 200 mil millas dentro del territorio venezolano—, los KC-135 —aviones cisterna que permiten misiones prolongadas— y los E-3 Sentry AWACS —puestos de comando aéreo con radar de largo alcance— no son simples patrullajes rutinarios: son piezas de un despliegue táctico que encaja perfectamente en la definición amplia de "uso de la fuerza" del CRS: presencia disuasiva, recolección de inteligencia estratégica, preparación logística y búsqueda de incidentes que justifiquen una escalada.

Padrino López no solo denuncia la frecuencia creciente de estos vuelos, triplicados en agosto y diarios en septiembre, ahora realizados de noche o madrugada, sino también su carácter ilegal y peligroso: violan normas operacionales al no notificar planes de vuelo, lo cual podría propiciar accidentes aéreos en aguas venezolanas. Pero más allá de lo técnico, advierte sobre su intención política: provocar un casus belli.

Y aquí radica la conexión más profunda con el informe del CRS: Estados Unidos ha perfeccionado, a lo largo de siglos, el arte de fabricar justificaciones para la intervención. Desde las ocupaciones en Haití y Nicaragua en el siglo XX hasta las invasiones de Granada (1983) y Panamá (1989), el patrón es el mismo: crear o exagerar una amenaza, desplegar fuerzas bajo pretextos humanitarios o de seguridad y, luego, legitimar la agresión como "defensa de la democracia" o "lucha contra el narcotráfico".

Lo que Venezuela enfrenta hoy —una "agresión multidimensional" bajo la cual se busca un "incidente" que desencadene una guerra— es la versión contemporánea de esa misma estrategia imperial. Y el propio CRS, al admitir que su lista "no es exhaustiva" y excluye operaciones encubiertas, confirma que lo visible —los vuelos, los radares, las violaciones de espacio aéreo— es solo la punta del iceberg.

Venezuela, según Padrino, no solo lo sabe sino que está preparada: monitorea cada movimiento, integra inteligencia propia y tiene respuestas tácticas listas, individuales o colectivas. Pero más importante aun: denuncia públicamente que lo que está en juego no es tanto su soberanía como la paz de toda la región.

Una paz que, como recordó el Ministro, fue declarada formalmente por la Celac en 2014, y que hoy está amenazada por un imperio que normaliza la guerra como herramienta de política exterior.

En suma, las denuncias del Gobierno Bolivariano no deben leerse como reacciones aisladas sino como alertas tempranas dentro de un patrón histórico documentado: el de un poder que, lejos de retirarse, sigue expandiendo su presencia militar, incluso en tiempos de paz declarada.

UN HISTORIAL CRECIENTE DE INTERVENCIONES

Entre 1798 y 2023 el CRS contabiliza 491 casos de uso de las fuerzas armadas en el extranjero. De ellos, 415 ocurrieron entre 1948 y 2023, es decir, en apenas 75 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y a la creación de la Organización de las Naciones Unidas, en el periodo "postguerra". En la era que debía consolidar la paz y el respeto a la soberanía, Estados Unidos intervino tres veces más que en los 150 años anteriores.

El CRS subraya además que "en la mayoría de los casos enumerados no se ha abordado la situación de la acción en virtud del derecho nacional o internacional". En otras palabras, las intervenciones no se miden frente a ningún marco legal sino que indican lo evidente: la normalización de la acción de facto como método de política exterior.

En lo que respecta a América Latina, el informe menciona múltiples intervenciones abiertas, desde ocupaciones prolongadas en Haití, República Dominicana y Nicaragua a principios del siglo XX, hasta operaciones más recientes como Granada en 1983 o Panamá en 1989.

El informe del congreso estadounidense reconoce 48 casos de uso de la fuerza en América Latina entre 1948 y 2023.

Paradójicamente, ese ciclo coincide con la creación de la Organización de Estados Americanos (OEA), una instancia fundada en 1948 supuestamente para "promover la paz" en la región. Sin embargo, fue precisamente el periodo con más golpes de Estado e intervenciones estadounidenses, bajo la justificación de turno: "defensa de la democracia".

Al excluir operaciones encubiertas se dejan fuera intervenciones indirectas, apoyos a golpes de Estado, asesorías secretas, financiamiento de grupos armados, que marcaron decisivamente el rumbo político de la región.

LA AMENAZA ACTUAL

Venezuela enfrenta una agresión multidimensional, que forma parte de la agenda de cambio de régimen, encubierta bajo la pantomima de la "lucha contra el narcotráfico".

En este contexto diversas autoridades venezolanas han alertado que Estados Unidos busca un casus belli mediante acciones de bandera falsa o falsos positivos. Y el informe del Congreso estadounidense admite estos despliegues y reconoce que, incluso, su contabilidad excluye un amplio margen de operaciones encubiertas, entrenamientos y apoyos logísticos.

Estas cifras confirman la continuidad de la política intervencionista de Washington y su carácter imperial, lo cual también evidencia que la práctica de imponer su voluntad por la fuerza sigue siendo un método central de su política exterior militarizada.

En definitiva, las denuncias de Padrino López no son una reacción aislada. Son la voz de un país que entiende que lo que enfrenta es más que una amenaza coyuntural: la maquinaria de un imperio que, documentalmente, sigue midiendo el mundo con cañones. Y que, cuando no encuentra una guerra, la inventa.

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