El 1 de septiembre, en el marco de la reunión ampliada de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS Plus), el presidente chino Xi Jinping pronunció un discurso que marcó un punto de inflexión en la arquitectura política internacional.
Bajo el título Consolidando la fortaleza de la OCS y mejorando la gobernanza global, el mandatario presentó por primera vez la Iniciativa de Gobernanza Global (IGG), concebida como una propuesta de alcance mundial destinada a renovar los mecanismos multilaterales y a reafirmar la necesidad de un sistema más justo, inclusivo y equilibrado frente a los desafíos del presente y a la arbitrariedad geopolítica contemporánea de corte estadounidense, marcada por la imposición unilateral, el hegemonismo y las prácticas de coerción que desfiguran el orden internacional.
El presidente Xi enmarcó su planteamiento en el contexto histórico de los 80 años de la victoria antifascista y de la fundación de la Organización de Naciones Unidas (ONU), un recordatorio de que el multilateralismo nació de la tragedia de la guerra y que, hoy, la humanidad se encuentra nuevamente en una encrucijada.
"La sombra de la mentalidad de la Guerra Fría, el hegemonismo y el proteccionismo persiste, y nuevas amenazas y desafíos siguen creciendo", advirtió en su disertación.
En este marco, la IGG no surge de manera aislada sino como parte de una secuencia estratégica de iniciativas que China ha desplegado en los últimos años, lo cual evidencia la continuidad de un macroproyecto de alcance global.
- En 2021 el mandatario chino presentó la Iniciativa de Desarrollo Global (IDG) en la Asamblea General de la ONU, destinada a coordinar esfuerzos para la recuperación postpandemia y a construir un futuro de desarrollo sostenible.
- Un año más tarde, en 2022, lanzó la Iniciativa de Seguridad Global (ISG) en el Foro de Boao para Asia, orientada a establecer un marco de seguridad indivisible y cooperativo que rechazara la lógica de bloques y la seguridad a costa de terceros.
- Posteriormente, en 2023, impulsó la Iniciativa de Civilización Global (ICG), concebida para fortalecer el respeto a la diversidad cultural y proyectar un orden multipolar basado en la armonía y el progreso compartido.
Con la IGG, China completa un entramado de propuestas que, en conjunto, buscan redefinir las bases del multilateralismo del siglo XXI.
Luego de la sesión de la OCS, el canciller chino Wang Yi destacó que la IGG constituyó el momento central de la cumbre y subrayó que todos los líderes presentes respaldaron la propuesta, interpretándola como un camino viable hacia un equilibrio mundial más justo.
Asimismo, el presidente Vladímir Putin afirmó que Rusia comparte plenamente las ideas planteadas por su homólogo chino y que estas resultan particularmente pertinentes en un escenario donde "algunos países aun no abandonan su afán de dictadura en los asuntos internacionales".
La Iniciativa de Gobernanza Global (IGG)
En su discurso, el presidente Xi Jinping explicó cinco puntos centrales que constituyen los eslabones o nodos para construir un sistema de gobernanza global; léase: sistema.
Cada elemento forma parte de una arquitectura integral que busca garantizar la soberanía de los Estados, rescatar el multilateralismo y poner a la humanidad en el centro de las decisiones internacionales.
La propuesta de la IGG no pretende desmantelar el sistema multilateral existente, sino reforzarlo, pues busca garantizar que, en principio, la Carta de la ONU continúe siendo el paraguas legítimo bajo el cual se regulen las relaciones entre las naciones.
En un contexto en el que Occidente multiplica sus intervenciones e insiste en manipular a conveniencia la legalidad internacional, con el tradicional sesgo supremacista que lo caracteriza, la defensa de la soberanía y la igualdad entre los Estados se erige como la primera línea de resistencia frente a sus acciones facinerosas.
El primer eslabón es la defensa de la igualdad soberana. Xi afirmó que todos los países, independientemente de su tamaño, riqueza o poder militar, deben gozar de la misma capacidad de participación y de decisión.
"Debemos promover la democratización de las relaciones internacionales y fortalecer la representación y la voz de los países en desarrollo", destacó.
Esto no se limita a un principio jurídico enunciado en la Carta; constituye una apuesta por redefinir las bases de la interacción internacional en términos realmente inclusivos.
Esta reivindicación responde con la asimetría que impone el factor occidental en los foros internacionales, donde las naciones en desarrollo son sistemáticamente relegadas. La democratización de las relaciones internacionales, en este sentido, es una condición indispensable para superar la lógica de dominación que ha caracterizado el orden unipolar.
La propuesta china se enmarca en la noción de "Comunidad de destino compartido para la humanidad", planteada por Xi Jinping desde 2013, que pone en el centro la idea de que la diversidad de trayectorias históricas, modelos políticos y visiones culturales no debe ser fuente de conflicto, sino de complementariedad. Bajo este prisma, ningún Estado puede pretender erigirse en árbitro único de lo que es legítimo o no en la vida internacional.
De allí surge la reivindicación de la democratización de las relaciones internacionales. Democratizar no implica trasladar mecánicamente el modelo político interno de un país al escenario global; implica, más bien, garantizar que todas las naciones participen en pie de igualdad en la definición de normas y en la toma de decisiones que afectan a la humanidad entera.
Este enfoque descansa en la filosofía de la armonía y la paz ("He") que atraviesa el pensamiento chino y que enfatiza la posibilidad de entendimiento entre pueblos con visiones distintas. Frente a la lógica occidental de competencia y primacía, asimilable a un juego que debe ganarse ronda tras ronda, la visión china concibe las relaciones internacionales como un ecosistema donde cada Estado sostiene una parte del orden global.
El segundo eslabón se enmarca en el espectro jurídico, en acatar el estado de derecho internacional. Este principio surge de la propia génesis del sistema multilateral: la creación de la ONU tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, como salvaguarda colectiva frente a los horrores del conflicto y como marco normativo para impedir que los Estados recurrieran al uso arbitrario de la fuerza.
Xi recalcó "abstenernos de aplicar dobles raseros y de imponer las normas internas de unos pocos países a otros".
En las últimas décadas se ha evidenciado con claridad cómo el unilateralismo ha corroído esa arquitectura colectiva. Un caso paradigmático fue la invasión de Irak en 2003 que, ante la negativa del Consejo de Seguridad de autorizar el uso de la fuerza, la administración de George W. Bush recurrió a una reinterpretación interesada de resoluciones emitidas durante la primera Guerra del Golfo, ya sin vigencia en ese contexto, para intentar dar apariencia de legalidad a una acción bélica que carecía de sustento jurídico.
Esta maniobra, ampliamente cuestionada, no solo transgredió la Carta de la ONU sino que abrió la puerta a una intervención que desencadenó una desestabilización regional de largo alcance y debilitó gravemente la legitimidad del sistema multilateral.
También, la invasión de Afganistán en 2001, iniciada bajo el cuestionado argumento de la legítima defensa sin autorización de la ONU —el país asiático no había atacado directamente a Estados Unidos—, o el bombardeo de la entonces Yugoslavia en 1999, realizado al margen del Consejo de Seguridad.
Este último episodio tuvo incluso un tinte de malcriadez personalista ya que Hillary Clinton, quien en ese entonces era primera dama, durante ocho meses tras el estallido del escándalo de Mónica Lewinsky se negó a hablar con su esposo, el presidente en ese momento, Bill Clinton, hasta que en marzo de 1999 lo llamó por teléfono con la orden de atacar [Yugoslavia]: "Lo insté a bombardear", explicó más tarde.
Ahora bien, el tercer punto es practicar el multilateralismo, concebido como la vía para contrarrestar esa deriva unilateral.
Xi insistió en que la gobernanza global debe sostenerse sobre la consulta amplia, la contribución conjunta y los beneficios compartidos, un trípode que asegura equilibrio entre las naciones y corresponsabilidad en las decisiones.
Multilateralismo, en este sentido, no significa proliferación de alianzas exclusivas ni bloques militares que dividan el mundo sino reforzar la centralidad de la ONU como eje insustituible del sistema internacional.
La propuesta china, al reafirmar el papel de las Naciones Unidas, apunta a rescatar su legitimidad frente a la manipulación selectiva y a recuperar el espíritu fundacional de 1945, es decir, evitar la repetición de guerras devastadoras y sostener un orden en el que ninguna nación pueda situarse por encima de las normas establecidas en consenso.
En este engranaje, la igualdad soberana es el principio, el derecho internacional constituye la norma, y el multilateralismo, el método; estos nodos se presentan como pilares interdependientes de ese sistema que el presidente chino propone actualmente.
Los ejemplos mencionados que involucran a Estados Unidos evidencian cómo el unilateralismo debilitó gravemente el sistema multilateral y marcaron precedentes que comenzaron a resquebrajar un orden que había costado décadas construir.
Hoy, tras la acumulación de este tipo de acciones a lo largo de los años, se enciende una alerta impostergable debido a que es necesario tomar cartas en el asunto y actuar para preservar, fortalecer y proteger el sistema internacional existente frente a los intentos de socavarlo.
Tras haber establecido los fundamentos de la igualdad soberana, el respeto al derecho internacional y la práctica del multilateralismo, la propuesta de Xi Jinping decanta a un plano más concreto y cercano a la sociedad en toda su amplitud.
El cuarto eslabón consiste en promover un enfoque centrado en las personas. Este principio, inspirado en la tradición política y cultural china, trasciende el plano nacional y se proyecta al ámbito internacional: el bienestar, los intereses y la dignidad de las personas deben constituir el núcleo de toda gobernanza global.
Para Xi Jinping, la arquitectura internacional no puede limitarse a regular las relaciones entre Estados; debe garantizar que los frutos del desarrollo se compartan de manera justa y equitativa entre los pueblos del mundo.
De allí que el llamado sea a reformar y perfeccionar el sistema de gobernanza global con el fin de cerrar las brechas persistentes entre el Norte y el Sur. Este enfoque refleja la idea de que el desarrollo es "para el pueblo, depende del pueblo y debe beneficiar al pueblo", extendida ahora a la escala global.
La propia experiencia de China, que en menos de una década logró sacar de la pobreza absoluta a casi 800 millones de personas, construir el mayor sistema de salud y seguridad social del mundo y elevar la esperanza de vida a más de 78 años, sirve como ejemplo de cómo los principios de gobernanza centrados en la población pueden traducirse en resultados históricos.
Trasladado al escenario internacional, este paradigma apunta a que la IGG no sea un mecanismo abstracto de gestión interestatal, sino un marco que ubica a la humanidad en el centro y garantice prosperidad compartida.
El quinto eslabón consiste en centrarse en la acción. Se trata de movilizar plenamente los recursos disponibles, coordinar esfuerzos de manera integral y evitar la fragmentación o los retrasos que debilitan la credibilidad de los organismos internacionales.
El énfasis en la acción se expresa en una diplomacia orientada a la cooperación práctica y mutuamente beneficiosa, que rechaza las sanciones unilaterales, el proteccionismo y las barreras comerciales.
El objetivo es forjar alianzas estratégicas capaces de combinar el diálogo político con proyectos reales en infraestructura, conectividad, comercio, inversión e innovación tecnológica. Ejemplos como la Organización de Cooperación de Shanghái o la Iniciativa de la Franja y la Ruta muestran cómo la cooperación pragmática puede traducirse en beneficios palpables para amplias regiones, creando un tejido de interdependencia afirmativa.
Además, este enfoque busca que los nudos críticos o diferencias irreconciliables no se conviertan en obstáculos que paralicen el sistema, sino que puedan manejarse sin afectar el avance de la cooperación o el intercambio.
En otras palabras, la acción pragmática marca una línea donde las discrepancias no deben desmantelar lo ya construido ni bloquear los beneficios mutuos que la cooperación produce. De este modo, el sistema no queda atrapado en los conflictos, sino que se refuerza a través de logros concretos y compartidos.
La Iniciativa de Gobernanza Global surge como la síntesis de un proceso acumulativo que China ha venido desarrollando desde la pospandemia.
Cada una de las propuestas anteriores, el desarrollo, la seguridad y la civilización global, aportó aprendizajes concretos y respuestas prácticas a los retos del orden internacional contemporáneo.
La IGG aparece así como el resultado de esa evolución estratégica, condensando experiencias y estudios en un proyecto de alcance sistémico que busca dar forma a un mecanismo real de equilibrio frente a la arbitrariedad y la coerción que se ejercen desde Occidente.
En este marco, los cinco puntos presentados por Xi Jinping constituyen los pilares de un entramado interconectado que pretende blindar la soberanía, rescatar la legitimidad del multilateralismo y poner a la humanidad en el centro de la gobernanza global.
Al introducir esta visión en la Organización de Cooperación de Shanghái, China y sus aliados no solo trazan un precedente histórico, sino que también abren un horizonte en el que las sanciones, la injerencia, las amenazas militares y el uso de enclaves estratégicos ya no sean herramientas que definan el rumbo del sistema internacional.
Se trata, en suma, de un proyecto profundamente significativo que busca preservar los logros obtenidos desde 1945, proyectar un orden mundial más justo y, sobre todo, sostenible para los próximos años.
A modo de recordatorio
Desde el inicio de su mandato en 2013, Xi Jinping ha sostenido una línea coherente de gobernanza global que hoy se consolida con la Iniciativa de Gobernanza Global.
En su administración se delinearon conceptos rectores que han acompañado toda su política exterior: la comunidad de destino compartido para la humanidad, un nuevo tipo de relaciones internacionales, la cooperación de beneficio mutuo y el principio de consulta, co-construcción e intercambio.
Entre los primeros pasos destacaron la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) y la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), ambos anunciados en 2013.
El BAII, con sede en Beijing y un capital autorizado de 100 mil millones de dólares, se consolidó rápidamente como un banco multilateral con más de 100 miembros aprobados, incluidos aliados tradicionales de Estados Unidos.
La BRI, por su parte, integró la propuesta de la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI, planteadas por Xi en Kazajistán e Indonesia ese mismo año, invitando a múltiples países a participar en la construcción de corredores terrestres y marítimos de conectividad y comercio.
La experiencia de China en foros como el G20 tras la crisis financiera de 2008, junto con los esfuerzos de reforma del FMI y el Banco Mundial, reforzaron la convicción de que era posible avanzar en la actualización del sistema multilateral.
De hecho, en el XIX Congreso del Partido Comunista de China (2017), Xi reafirmó esta visión al subrayar que el sueño del pueblo chino solo puede realizarse en un entorno internacional pacífico y bajo un orden estable.
Propuso entonces un modelo de seguridad común, integral, cooperativa y sostenible, un desarrollo abierto e inclusivo, y un sistema internacional donde la ONU mantenga un papel central. En sus palabras, China está dispuesta a contribuir con su "sabiduría y fuerza" a la construcción de una comunidad de futuro compartido para la humanidad.
Este recorrido demuestra que la IGG no sólo fue la acumulación de las otras tres iniciativas globales, sino que también forma parte de una década de propuestas, instituciones y experiencias que han buscado fortalecer la gobernanza global.
Su lanzamiento en el marco de la Organización de Cooperación de Shanghái confirma la coherencia de esta estrategia y marca un punto de madurez que integra todo lo aprendido en la etapa anterior, proyectando hacia el futuro una arquitectura internacional más inclusiva y resistente frente a la coerción, las sanciones ilegales y la injerencia que amenazan la estabilidad del propio sistema.
Quedan apenas días para el inicio del 80º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y más allá de conmemorar la fundación de esta institución, la jornada también nos recuerda las grandes victorias de la historia: la gran victoria de la Unión Soviética frente al nazismo y la victoria de China en la Guerra de Resistencia contra la agresión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial.
Hazañas sacrificadas que deben enaltecer la memoria histórica y que Occidente, en su discurso, intenta borrar o reescribir.
Así que, antes de esta jornada multilateral, cuatro grandes bloques intergubernamentales han avanzado significativamente en sus hojas de ruta para fortalecer iniciativas de verdadera integración, cuya brújula apunta hacia el Oriente del planeta.
En los últimos meses, BRICS, la Unión Económica Euroasiática, el Foro Económico Oriental en Vladivostok y, sobre todo, la OCS han llevado a cabo importantes encuentros destinados a consolidar los elementos que fundamentan un orden internacional multipolar, democrático, justo y equitativo.
Cabe destacar que este año, bajo la presidencia pro témpore de Brasil, los BRICS han adoptado un enfoque más cauteloso y limitado en los temas a abordar, contrastando con el impulso más dinámico que le dio Rusia el año pasado.
Este hecho resalta aún más la relevancia de la OCS, que continúa ejerciendo un papel activo y sostenido en la promoción de la cooperación, la estabilidad y, precisamente, la gobernanza global. Xi enfatizó que la Organización debe ser una fuerza estabilizadora en un mundo turbulento y un ejemplo de apertura, cooperación y promoción de valores compartidos para toda la humanidad.
Y, como el presidente chino recordó: "Quien sostiene al elefante, el mundo lo seguirá". Con ello, China subraya su compromiso de liderar de manera responsable, promoviendo estabilidad, cooperación y un orden internacional justo para todos los países.