El nuevo gobierno estadounidense aun está calibrando su enfoque de política exterior en torno a Venezuela. O al menos esa es la impresión que se ha ido consolidando esta semana.

Desde que Donald Trump anunció que Richard Grenell iba a ser el "enviado presidencial para misiones especiales" en diciembre pasado, poco se ha analizado la naturaleza de su trabajo en, según el presidente republicano,"los puntos más álgidos en todo el mundo, incluidas Venezuela y Corea del Norte".

Aquello debido al histórico ensañamiento de Marco Rubio, el Secretario de Estado de la nueva administración, quien hasta asumir el cargo había propuesto regresar a la campaña de "máxima presión" sobre Caracas.

En el ecosistema de periodistas y analistas opositores en Venezuela, esta era la opción más obvia ya que el magnate republicano parecía retornar a la Casa Blanca con sed de venganza, apurado por restablecer sanciones ilegales y repetir el camino del fallido proyecto Guaidó.

Grenell podría representar un contrapeso a las pretensiones de imponer una agenda de medidas drásticas y destructivas, tomando en cuenta el mensaje emitido el lunes 20 de enero, luego de la juramentación del 47º presidente estadounidense, de que había contactado a funcionarios del gobierno venezolano y que anunció que "la diplomacia ha vuelto".

En los servicios diplomáticos republicanos

Grenell ha hecho carrera en el Departamento de Estado y su servicio exterior durante los gobiernos republicanos del siglo XXI, incluido el de George W. Bush.

Se desempeñó como embajador de la primera administración Trump en Alemania, entre mayo de 2018 y junio de 2020. En el ínterin, entre octubre de 2019 y enero de 2021, fungió como enviado presidencial especial para las negociaciones de paz entre Serbia y Kosovo, y como Director de Inteligencia Nacional —interino— entre febrero y mayo de 2020.

Durante su estancia en Alemania fue un portavoz crítico de la canciller Angela Merkel, a quien responsabiliza de las escaladas bélicas en Gaza y Ucrania. Pero además acusaba a los alemanes de la poca contribución financiera a la OTAN en comparación con Estados Unidos e, incluso, fustigó el comercio bilateral de Berlín con Teherán.

Según medios estadounidenses, forma parte del círculo de confianza político de Trump, mimetizado en la línea MAGA, y tildado por el mandatario republicano como "un líder confiable y agresivo"; esto, obviamente, es de su agrado personal. En Alemania han confirmado su posición leal a Trump.

El columnista de Bloomberg especializado en la política exterior de Estados Unidos, Andreas Kluth, lo califica como "un adulador de MAGA que está cortejando a hombres fuertes y populistas en todo el mundo por Donald Trump".

Tras las elecciones del 5 de noviembre de 2024, fue uno de los principales contendientes para Secretario de Estado, puesto que terminó recayendo, ya se sabe, en Rubio.

También fue considerado como enviado especial para la guerra en Ucrania y el Dombás, puesto que fue a parar en la persona del teniente general retirado Keith Kellogg.

Con historial ante Venezuela

A pesar de las criminales sanciones impuestas durante la primera administración de Trump, este intentó negociar con el gobierno del presidente Nicolás Maduro una "salida" detrás de bastidores y sin el conocimiento de los decisores en política exterior, con México como escenario.

El enviado especial nombrado por el republicano, en septiembre de 2020, para dialogar en secreto con funcionarios venezolanos fue el mismo Richard Grenell.

No hubo éxito para la parte estadounidense.

Lo peculiar del asunto es que "el secretario de Estado Michael Pompeo y el resto del Departamento de Estado no fueron informados sobre el viaje de antemano", tampoco de los encuentros que sostuvo con autoridades venezolanas en Ciudad de México, según la información manejada por Bloomberg.

"El embajador de Estados Unidos en México, Christopher Landau, tampoco fue informado con anticipación del viaje", publica el reporte.

El hecho de que Trump 1.0 hubiera optado por establecer canales directos con Caracas a espaldas de los principales funcionarios a cargo de la diplomacia de Washington es un antecedente de que el nuevo gobierno puede llevar a cabo negociaciones con Venezuela sin que Rubio lo sepa o sin su consentimiento.

• Debemos recordar que Rubio no es precisamente una figura simpática para Trump; los insultos públicos durante las primarias presidenciales de 2016, con burlas incluidas sobre sus su aspecto físico, aun resuenan. Y el enfoque en política exterior difería grandemente con el hasta hace poco senador de Florida, especialmentedebido a su constante posición intervencionista tradicional, de halcón latino, frente a la postura contraria —al menos de la boca para afuera— de Trump. 

Si bien no hay nada seguro sobre lo estratégico, el antecedente indicaría que el mandatario republicano usará los servicios de Grenell en asuntos críticos o escenarios complicados para la diplomacia oficial —como el "caso Venezuela"—, mientras que Rubio se encargaría de abordar la agenda diplomática oficial. 

Podría esperarse que Grenell, dada su cercanía y su reproducción dogmática de los puntos centrales de la agenda MAGA, cumpla los designios particulares de Trump, a quien no le gana la timidez para crear canales alternos y directos que favorezcan su agenda en política exterior. Una forma de blindar su posición frente a los escamoteos que vivió durante su primer mandato y, en la actualidad, ante un Marco Rubio que querrá priorizar su cruzada ideológica contra Caracas, lo que podría torcer los intereses inmediatos del residente de la Casa Blanca.

En esta línea, el trabajo anunciado de Grenell dista del enfoque confrontativo de Rubio y, por ende, se esperaría que esa dialéctica defina los contactos con Venezuela y el enfoque general de Washington.

¿Hasta qué punto? Todo aun está por verse. 

Pero es Grenell quien goza de la confianza y el afecto de Trump, no Rubio, que estará obligado a desplazarse con cautela.